LA INDUSTRIA CINEMATOGRAFICA SOVIETICA:
Enseñanza de la cinematografía.
¿Dónde estudiaban cinematografía los directores, operadores, fotógrafos..., de la vanguardia soviética?
El mayor centro educativo fue la Escuela Cinematográfica del Estado, en Moscú, fundada en 1919 (la primera del mundo en su género), convertida luego Instituto Cinematográfico del Estado (VGIK) [Passek. Le cinéma russe et soviétique. 1981: 41].
Esta institución fue con diferencia el mayor centro académico para la enseñanza del cine y la inmensa mayoría de los cineastas soviéticos hicieron en ella estudios, aun fuesen parciales o por un breve periodo. Pero otras Escuelas de Cine se fundaron en las repúblicas periféricas, y se organizó una vasta red que suministrase preparación a la gran demanda de profesionales del cine del nuevo régimen.
Pero al lado de la enseñanza oficial muchos de los realizadores y técnicos se formaron inicialmente en campos tan diversos como la fotografía, el teatro (dirección, actuación y escenografía sobre todo) e incluso en las actividades menores del cine, por una vía de promoción interna que beneficiaba a los obreros más distinguidos en el trabajo.
Productoras y estudios cinematográficos.
En la época prerrevolucionaria destacaron las productoras privadas de Drankov, Janzhonkov, Thiemann, Reinhardt, Iermoliev y Jaritonov. «Durante la I Guerra Mundial [funcionó], el Comité Skobelev, un organismo estatal encargado de la producción, filamción y distribución de noticiarios y documentales sobre la guerra» [Gutiérrez Espada. Historia de los medios audiovisuales. 1979: 269].
Con la Revolución se crearon organismos estatales (primero Goskino, luego Sovkino, Sevzapkino en Leningrado, Proletkino, Mezrabpom-Rus... y muchos más en las regiones) para organizar la industria cinemtográfica soviética. Goskino, desde 1922, unificó la producción y distribución, y organizó filiales con cierta autonomía interna. Su fracaso económico motivó su inclusión en el Sovkino, un nuevo organismo más centralizado, que intentaba refrenar las apetencias autonomistas de las productoras regionales.
Se planificaron la producción de filmes de divulgación científica (agricultura, biología, sanidad, medios de propaganda...), con una filial desde 1920, de documentales, con una filial desde el principio de 1919, de animación (dibujos animados), con una filial desde 1924 y, sobre todo, las películas artísticas o de argumento, con variadas productoras centrales y con centros de producción en todas las repúblicas de la URSS, de las que sobresalen las cinematografías de Ucrania, con Dovzenko, y de Georgia, con Perestiani, al tiempo que se creaban o habilitaban infinidad de locales de exhibición tanto en las ciudades como en los pueblos.
La fnanciación.
El cine sufrió los problemas financieros durante el periodo 1917-1921 pero se financió la producción a partir de 1921 con una mayor holgura, buscando la autofinanciación de la industria con los éxitos de la producción de películas «tradicionales».
Esto cambió hasta cierto punto desde finales de los años 20. La financiación en todo el periodo era pública, pero diversificada para cada productora, de modo que competían entre sí hasta cierto punto, con una planificación de los ingresos y gastos que no tenía en cuenta el equilibrio de presupuesto, dada la valoración política que se hacía de la cinematografía.
Ello benefició al cine experimental y permitió acometer proyectos tan grandiosos y costosos como Octubre, de Eisenstein. En todo caso el ya seguro éxito comercial en el interior del cine soviético permitía aventurarse en algunos proyectos poco rentables con la confianza de que los éxitos subvencionasen las mayores y costosas aventuras propagandísticas.
La distribución interior y exterior.
Los 10.000 cines de 1930 se habían convertido en 156.300 en 1972, sobre todo con la clasificación como salas de cine de los locales en las organizaciones colectivas, sobre todo en el campo. Un cambio de apunte estadístico que no impide que Rusia (y los países de la antigua URSS) fuese y sea todavía hoy uno de los países con mayor difusión y presencia del cine en la vida cotidiana.
Sobre los problemas de la distribución interior y exterior del cine soviético hay numerosas evidencias. Primero debía superar la censura interna y luego la externa. La censura interna comenzaba en la productora, que tenía la potestad de exportarla o no, como de llevarla a la red de salas secundarias o a la de principales, de darle masiva publicidad o de dejarla al boca a boca. Así, como cuenta el crítico Jay Leyda en la revista “Kino” [Passek. Le cinéma russe et soviétique. 1981: 121], el presidente de Goskino en 1925, Konstantin Svedsikov, un revolucionario antisemita (una contradicción no inusual), estuvo a punto de impedir la distribución en el extranjero de El acorazado Potemkin, mas las presiones de los intelectuales (Maiakovski el primero) fueron tales que se le forzó a dar el permiso, con el resultado de que el triunfo fue asombroso y más rápido que en la misma URSS, comenzando en Berlín. Tal fue el éxito que los distribuidores críticos soviéticos más reticentes reconsideraron el valor de la obra. Maiakovski señalaba lo absurdo de que el filme, expuesto primero en salas secundarias, pasara a las salas principales sólo después de su gran acogida en Berlín.
Más la censura externa no era menos dañina. El mismo Leyda cuenta como el filme fue prohibido (por subversivo) en países tan democráticos como Francia e Inglaterra [añado que también en la España gobernada por el dictador Primo de Rivera], lo que motivó que su difusión en estos países quedara reducida a las proyecciones privadas (que tuvieron, eso sí, un completo éxito). En los EE UU no hubo problemas para la distribución y su acogida en Nueva York fue entusiasta. Desde entonces quedó roto el tabú de la salida al exterior del cine soviético y éste se atrevería a sacar todas sus películas, que gozarían de un éxito creciente y en casi todos sus géneros.
Los guionistas.
Un aspecto poco estudiado sobre el cine soviético es el de los escritores de guiones. Desde los adaptadores de los clásicos rusos del s. XIX a los autores de argumentos nuevos, extraídos de la cultura popular o del omnipresente tema de la revolución, se desarrolló un amplio elenco de excelentes guionistas.
En los años 20 algunos de los mejores escritores se dedicaron a ello: Maiakovski, Babel, Serafimovic, Lunacharski (el famoso Comisario Popular de Educación), Bedni, Novikov..., y generalmente se atrevían tarde o temprano a incorporarse ellos mismos como actores o como realizadores.
Con la crisis de finales de los años 20, con el apretón implacable de la censura, la libertad de los guiones descendió a niveles insoportables. El Partido, con sus censores, determinaba incluso la sucesión de escenas. La divulgación del lenguaje cinematográfico se volvía curiosamente en contra suya. Eisenstein, excelente guionista él mismo, sufriría las consecuencias en tres obras sobre todo: La línea general, El prado de Bezin y la serie de Ivan el Terrible.
Los actores.
Ivan Moszzhukhin.
En Rusia y la URSS los actores han sido siempre personajes famosos, incluso más que los políticos o militares. Su capacidad de atraer al público fue un factor esencial en el éxito del teatro filmado de los dos primeros decenios del cine ruso y perduraría en el periodo soviético, hasta las grandes figuras de Sergei Bondarchuk y, sobre todo, de Nikolai Cherkasov, cuya extraordinaria capacidad declamatoria fue vital para el éxito de los filmes sonoros de Eisenstein.
El gran ídolo de los años 10 y 20 fue el versátil Ivan Moszzhukhin, un maestro del patetismo y de la comicidad, pero capaz también de la más austera contención, que fue un modelo para las siguientes generaciones.
La formación de los actores fue siempre teatral. Los numerosos teatros locales, regionales y de la capital fueron una cantera inagotable para el cine.
Los mismos actores fueron en muchos casos asimismo realizadores, guionistas, fotógrafos y escenógrafos, dentro de un contexto cultural que permitía que una persona pudiera hacer múltiples actividades. Ejemplos paradigmáticos de ello fueron el poeta Maiakovski y Pudovkin.
La actitud del cine soviético de vanguardia fue al principio muy dubitativa e incluso contraria al empleo de actores profesionales. Ya explicábamos como Vertov y Kulesov habían rechazado en principio su uso y cómo el propio Eisenstein procuraba usar actores no maleados por el cine, pero con el desarrollo del cine sonoro, la profesionalización venció de modo incontestable.
Los centros académicos ampliaron su enseñanza a la interpretación en cine. Era el cambio del cine de montaje por el cine de actor, un actor formado expresamente para la actuación en el cine, sin las contaminaciones de la sobreactuación en el teatro que habían sido casi imprescindibles en la etapa del cine mudo.
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