El acorazado Potemkin (1925), de Sergei M. Eisenstein.
Año de producción: 1925 (sonorizada en 1930, segunda versión en 1950). Estreno oficial: 18-I-1926. Metraje-duración: 1850 m., 1 h. 07’. Dirección: Sergei M. Eisenstein. Ayudantes de dirección: Alexandrov, Antonov, Gomarov, Levchin y Strauch (llamados “Los 5 de hierro”). Guión: Sergei M. Eisenstein y Nina Agadjanova Sutko. Fotografía: Eduard Tissé. Montaje: S. M. Eisenstein. Decorado: Vassili Rahals. Música: Nikolai Kriukov. Producción: Goskino.
Reparto: Alexandr Antonov (Vakulincuk), Gregori Alexandrov (teniente Guljarovski), Vladimir Barski (Golikov, el comandante), Anatoly Levchin (contramaestre), Mijail Gomarov (marinero), I. Bobrov (un conscrito), Marusov (un oficial), Repnikova (la mujer de la escalera)...
ARGUMENTO:
Es un episodio de la revolución rusa de 1905. Los marineros llevan una vida lamentable, maltratados por los contramaestres, que descargan sobre ellos su rencor contra los oficiales. Uno de los marineros, Vakulinchuk, incita a la rebelión a sus camaradas. El 14 de junio por la mañana, se les quiere hacer comer carne podrida, que el mismo médico de a bordo pretende que es comestible. Como los marineros rehúsan comerla, el comandante ordena que se fusile a un grupo de descontentos, pero la guardia rehúsa. La tripulación se amotina y arroja a los oficiales por la borda. Pero una bala alcanza a Vakulinchuk, que muere. Su cuerpo es llevado a Odesa y expuesto sobre el muelle. Los habitantes simpatizan con la tripulación: llevan viandas a los marineros y acuden a homenajear el cuerpo del instigador de la rebelión. Pero las represalias no se hacen esperar: el ejército zarista dispara sobre el pueblo y hace terribles estragos en la multitud; las escaleras del puerto se cubren de muertos. Los marinos, reembarcados, disparan a su vez sobre los soldados y consiguen parar la carnicería. Pero en ese momento, la flota gubernamental entra en acción contra los amotinados: el Potemkin debe emprender la huida, pero consigue pasar sin lucha entre los doce navíos de la escuadra.
COMENTARIO Y CRÍTICA
Eisenstein, con sólo 27 años, alcanzó la fama mundial con Bronenosec Potemkin (El acorazado Potemkin, 1925). Rodado en unas pocas semanas, montó la cinta en sólo doce días. La noche antes del estreno, el 21 de diciembre de 1925 (el oficial fue el 18 de enero siguiente), el mismo Eisenstein y Alexandrov todavía estaban trabajando en el montaje. La película comenzó a emitirse con largos intermedios para alargar la proyección pero faltaban por acabar la cuarta y la quinta bobinas. Las acabaron a duras penas y fueron en moto al cine, pero pasando por la Plaza Roja se les estropeó la moto y tuvieron que correr hasta el cine, llegando justo a tiempo de ponerlas. El estreno fue un relativo fracaso porque la crítica no había sido «predispuesta» por la autoridad cinematográfica y ello fue entendido como una indicación de que tenía que hacerse una crítica sólo tibia. Fue estrenada en cines secundarios y no hubo apenas publicidad. Todo parecía apuntar a que sería la última película de Eisenstein, pero posteriormente las excelentes críticas de Picford, Fairbanks y el éxito de su proyección en Berlín, hicieron reestrenar la película en los mejores cines soviéticos, con una mayor atención del público y de la crítica, consiguiendo un triunfo que ya sería imparable.
Originariamente formaba parte de una serie de ocho películas destinadas, por iniciativa oficial, a conmemorar la Revolución de 1905. Eisenstein resolvió finalmente rodar sólo el episodio de la sublevación del Potemkin y la huelga de Odessa, sobre un extenso guión redactado con la escritora Nina Agadzanova-Cutko. El filme se rodó en unos dos meses, íntegramente en escenarios naturales.
Está estructurado en cinco partes: 1) Hombres y gusanos, 2) El drama sobre cubierta, 3) La sangre pide venganza, 4) La escalinata de Odessa y 5) El paso a través de la escuadra. Narra los acontecimientos de los días 12 a 17 de junio de 1905 en el puerto de Odessa y los concentra sólo en 48 horas.
El guión, de este modo, respeta básicamente los hechos históricos, si bien por necesidades dramáticas inventó alguna escena, como el tiroteo en la escalinata o la lona cubriendo a los marineros que van a ser fusilados, y omitió datos marginales, como el destino final del barco rebelde.
Los dos personajes colectivos son muy evidentes: el barco y la ciudad. El primero se presenta aislado, como un microcosmos de la sociedad rusa (incluso con maquetas para remarcar su separación de su entorno), con el pueblo encarnado en los marineros. La ciudad se manifiesta en sus gentes, con pequeñas pinceladas individuales para humanizarlo, para darle «carne». Y contra estos dos personajes se erige el gran enemigo, la marina y el ejército zaristas.
El montaje goza de una impresionante multiplicidad de planos. El acorazado se ve al principio desde todos los ángulos posibles. Pero más conseguido es aún el montaje de estos planos y su composición: las bocas de los cañones adquieren casi la intensidad del grito que se percibe en las bocas abiertas de los marineros.
El ritmo de cada uno de los cinco actos se inicia con una apacibilidad que permite unos líricos efectos, para adquirir un extraordinario patetismo en la segunda mitad de cada uno de los actos, en un in crescendo de la tensión emotiva hasta el épico final.
Los valores del montaje y el ritmo encuentran su expresión más perfecta en la escena de la escalera de Odessa, auténtica página maestra de la historia del cine, de 4’ 20’’, con 155 planos separados.
Los planos generales largos muestran a la multitud que desciende por la escalera hacia el puerto. Luego se agiliza el ritmo: los cosacos llegan, a golpe rítmico de tambores. Cuando disparan, el caos se expresa con un ritmo de planos rapidísimos, muy cortos de metraje. Con la intensificación del ritmo, se suceden y combinan los contrastes, acelerando y enlenteciendo la velocidad y la duración de los planos. Ruedan los cuerpos heridos y rueda el coche del niño, pero frente a este movimiento hacia abajo se destaca el movimiento hacia arriba de la madre que asciende con la lentitud de la locura, llevando el cuerpo muerto de su hijo entre sus brazos. El movimiento descendente de los cuerpos que ruedan y de los cosacos que disparan queda súbitamente cortado por un movimiento transversal, al pie de la escalinata, por el escuadrón de cosacos a caballo que embiste y acosa a los manifestantes que han podido huir de la masacre.
Eisenstein ha provocado la angustia del espectador con un ritmo angustioso, para hacernos ver la intensidad de los sentimientos colectivos que el hombre puede experimentar, desde la crueldad, personificada en el piquete de fusileros, hasta el intenso dolor y la angustia terrible del pueblo indefenso.
En esta escena tenemos una representación coral del pueblo y de sus opresores, pero asimismo de retratos psicológicos individuales, arquetipos del sufrimiento y del sacrificio.
Eisenstein escribe: «¿Qué clase de impresión logramos producir al combinar de modo consciente los elementos de piernas, escalones, gente y sangre? El espectador no se imagina a sí mismo en los muelles de Odessa, en 1905. Sin embargo, a medida que avanzan las botas de los soldados, retrocede físicamente. Cuando el cochecito de la enloquecida madre se inclina sobre el borde del muelle, se sujeta con fuerza a la butaca. No quiere caer al agua.» [Barr. Sergei Michailovitch Eisenstein (161-166), en La definición del arte moderno. 1989: 163]
Sigue escribiendo en sus textos: «Del movimiento caótico de los civiles al movimiento rítmico de los soldados, del movimiento descendente al movimiento ascendente... El método de exposición procede por bandas, por colisiones. Colisiones de plano a plano, de secuencia a secuencia, de episodio a episodio, de parte a parte, como dos células elementales que se propagan y se multiplican».
La cámara permanece casi siempre estática, residiendo el arte del filme en el montaje, extensamente analizado por el propio Eisenstein y por multitud de historiadores y críticos. Un montaje realista, mucho más planificado (las yuxtaposiciones rompen apenas el ritmo) que en la anterior La huelga o la posterior Octubre (que tienen demasiados cortes inconexos).
Un hallazgo excepcional de esta escena es el escenario escogido, la escalera. En el episodio real no existía y todo transcurrió en una zona inmediata al puerto, llana, horizontal, pero la escalera permite los picados y los contrapicados y los movimientos de los cuerpos enfocados desde arriba o la amenaza de los fusiles contemplada desde un plano inferior intensifica los efectos. No resulta tan dramático un cuerpo que cae herido al suelo como otro que al ser herido rueda escaleras abajo.
Hay una referencia curiosa: cómo Eisenstein fustiga al antisemitismo (él era de ascendencia judía), en un breve plano en que un burgués, ante el cadáver del marinero expuesto en el puerto, intenta desviar la ira del pueblo con una proclama contra los judíos (los progroms eran usuales en la Ucrania zarista, e incluso fomentados por el régimen como una válvula de escape) y se encuentra con la respuesta dura e inmediata de un pueblo que ya no se deja engañar.
Hay una referencia curiosa: cómo Eisenstein fustiga al antisemitismo (él era de ascendencia judía), en un breve plano en que un burgués, ante el cadáver del marinero expuesto en el puerto, intenta desviar la ira del pueblo con una proclama contra los judíos (los progroms eran usuales en la Ucrania zarista, e incluso fomentados por el régimen como una válvula de escape) y se encuentra con la respuesta dura e inmediata de un pueblo que ya no se deja engañar.
La película obtuvo un enorme éxito, principalmente en Alemania y EE UU, aunque en muchos países se prohibió su exhibición por motivos políticos. Suscitó alabanzas entusiastas de Theodor Dreiser, George Bernard Shaw, Albert Einstein... En España el filme se estrenó en 1931 por Buñuel, director del Cineclub Español, y el impacto ideológico fue tan grande que el Gobierno prohibió en 1933 que se exhibiera en un local anarquista de Sevilla. Inspiró ya en 1926 el primer film japonés de vanguardia, Una página de locura, de Teinosuke Kinugasa (1896-1982), con un montaje muy semejante al de Eisenstein que había conocido a través de revistas alemanas [Sklar. FILM: An international history of the medium. 1990: 171].
En la Exposición Internacional de Bruselas de 1958 un jurado internacional de 117 historiadores de de 26 países eligió por amplia mayoría a este filme como el mejor de todos los tiempos, aunque últimamente también se le compara en calidad su último filme, Iván el Terrible.
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