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sábado, 18 de enero de 2014

Cuando ruge la marabunta (1954), de Byron Haskin.

         Cuando ruge la marabunta (1954), de Byron Haskin.
Cuando ruge la marabunta(1954). The naked jungle. EE UU. Género: drama de aventuras. Duración: 95 minutos. Dirección: Byron Haskin. Intérpretes: Charlton Heston, Eleanor Parker, William Conrad. Guión: Philip Yordan, Ranald McDougall, Ben Maddow. Música: Daniele Amfitheatrof. Fotografía: Ernest Laszlo.
En 1901 dos personajes extremos, unidos por el azar en un destino que se presume trágico, se han casado sin conocerse, por correspondencia. Christopher Leiningen (Charlton Heston) es el dueño de una gran plantación de cacao en la zona brasileña del Río Negro, un caudaloso afluente del Amazonas, a la que ha entregado su solitaria y reprimida vida, troquelada por las penosas dificultades de la selva, y quiere tener un hijo al que legar su imperio. Joanna (Eleanor Parker) es una dama de impecable educación de Nueva Orleans, una viuda no exenta de remordimientos, dispuesta a arriesgarlo todo, a aventurarse en los confines del mundo civilizado porque ansia encontrar el amor y dar sentido a su vida. Ambos forjan unas interpretaciones a la altura de las mejores de sus carreras, y en cada escena, sobre todo en esas frases ante el piano cinceladas de dobles sentidos rozando lo prohibido, se percibe que disfrutan en su perfecta química de pareja imperfecta.
Sus esperanzas chocan con los muros de sus frustraciones y sus fantasías, y pronto son además amenazadas por la aparición del monstruo, la devastadora marabunta, una plaga de millones de hormigas rojas que no retroceden ante ríos ni montañas en su hambre de devorarlo todo. Y entonces se desata el melodrama, doble melodrama: la pareja como símbolo de la civilización enfrentada a la naturaleza salvaje, y la pareja a la vez enfrentada en su mismo seno por el primitivismo de él y la refinada cultura de ella, extremos que se atraen y repelen, pero que forjan escena a escena una historia de abrumadora y convincente pasión.
La represión sexual de él es además un trasunto perfecto de la represión de tantos espectadores de la época. Baste decir que en España corrió el rumor de que la censura había intervenido porque las hormigas eran en realidad batallones de mujeres desnudas. Podemos imaginarnos la mirada ingenuamente perversa de los que soñaban avistar algún plano que se les hubiera pasado por alto a los censores.
La historia se basa en un relato de Carl Stephenson, titulado Leiningen versus the Ants, traducción por el autor en 1938 del original alemán de 1937, adaptado primero en 1948 para la radio (Leiningen era el narrador y lo interpretaba William Conrad, que en el film se convirtió en el funcionario brasileño) con gran éxito. George Pal organizó para la productora Paramount Pictures un rodaje corto, de apenas unas semanas, en un paraje de Florida muy apropiado, y relativamente con pocos medios y gastos, pero puso al mando a un experto en efectos especiales (sin duda lo que peor ha envejecido del film), el conocido Byron Haskin, el mismo que había dirigido el año anterior La guerra de los mundos, que aprovechó con maestría la nueva técnica del Technicolor, bien acompañado por un guión a varias manos entre las que se puede destacar la de Philip Yordan, que ganó el óscar al año siguiente por Lanza rota, la fotografía del experto Ernest Laszlo, que dio el tono perfecto a los planos medios que dominan en las escenas de interior, y la música del gran Daniele Amfitheatrof, menos reconocido de lo que se merece (también compuso para Heston la partitura de Mayor Dundee), que remachó vigorosamente los máximos momentos de peligro y tensión erótica.
He visto esta maravilla una docena de veces y siempre le encuentro matices nuevos. Esa es la grandeza de lo clásico, sea en el arte, la literatura o el cine, que siempre lo revisitas con mayor gozo y provecho.

Fuentes.
Internet.

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