El director ruso-ucraniano Aleksandr Dovzenko (1894-1956).
Dovzenko en los años 40.
Aleksandr Petrovic Dovzenko (Spsnica, 1894-Kiev, 1956), director cinematográfico soviético, históricamente considerado ruso y hoy reivindicado como ucraniano por la crítica francesa y por el Ucrania. Hijo de campesinos, estudió magisterio, historia natural y economía comercial. De regreso a la URSS(1923) tras haber desempeñado varios cargos diplomáticos, fue pintor y caricaturista, y pasó al cine en 1925.
Se casó (1928) con la actriz Julya Solnceva, que fue su más fiel colaboradora a lo largo de toda su vida y que tras su muerte en 1956 dirigió una trilogía sobre guiones que él dejó. Murió de un ataque cardíaco durante la preparación del rodaje del primero: Poema o more (Poema del mar, 1955-58), al que siguieron Povest’ plamennyh let (Relato de los años de fuego, 1961) y Zacarovannaia Desna (El Desna encantado, 1964).
El cine de Dovzenko, exaltadamente lírico y muy vinculado a su Ucrania natal, destaca por su belleza plástica y el montaje. Su apasionada convicción le distingue de Eisenstein y Pudovkin, más teóricos, coetáneos suyos en primera línea del cine soviético. Obra de un primitivo, la de Dovzenko aúna a estas virtudes un esquematismo cercano a veces a lo elemental, inspirado en el tono sublime de las leyendas populares rusas.
Su filmografía es muy poco conocida en España, por lo que debemos darla en forma resumida. Sus primeras obras eran casi mediometrajes: Pagodki Liuvki (Los frutos del amor, 1926). Um dipkur’ era (La valija del correo diplomático, 1927).
De mayor importancia es Zvenigora (La montaña del tesoro, 1928), alternando el pasado histórico y heroico con el triunfal presente de las tropas revolucionarias en la guerra civil en Ucrania.
En Arsenal (1929) logra una obra ya de gran fuste. La historia se desarrolla en una fábrica de Kiev y, a pesar de su final trágico, representa una muestra de la fe ingenua del pueblo sencillo en los cuentos populares.
Zemlia (La tierra, 1930), es su obra maestra y una de las mayores del cine mundial de su época, un retrato trágico de la colectivización, representada por un héroe en lucha con sus enemigos. Destaca por su fuerza visual, su austeridad, su dominio de la lírica en su más contenida y al tiempo hermosa expresión.
Otras obras de menor aliento poético, realizadas ya en medio de la agotadora atmósfera del «realismo socialista», fueron Ivan (1932), sobre la toma de conciencia obrera; Aerograd (1935), un filme bastante estimable; Scors (1939); Ozvobozdenie (Liberación, 1940) y Micurin (1948).
También supervisó los documentales montados por su esposa, Bitva za nasu Soveckuiu Ukrainu (La batalla por la Ucrania soviética, 1943) y Ukranai v ogne (Ucrania en llamas, 1945), sobre temas de la II Guerra Mundial, cantos a un pueblo alzado en armas para luchar por su supervivencia como nación.
Fuentes.